miércoles, 27 de julio de 2011

III

Tú, que clamas a dioses que desaparecieron hace tanto bajo el polvo levantado por nuevas deidades, ¿por qué has dejado de bailar conmigo?
Tú, que tanto insistes en buscarme, deberías entender mejor que nadie el drama escondido tras los cercos ya secos que dejó la espuma y los ceniceros no llenos. Pero te alejas de la pista, cuando aún tienes la espalda destrozada y los pies en carne viva, sin esperar siquiera a que suene alguna pieza que podamos compartir.
Tú, encerrado en el círculo de vergüenza que dejan tus pasos, permites que pase ignorado ante ti como si fuese el simple caminar del arrollo o el llanto de la brisa pese a que sabes, pues de seguro lo sabes, que negarte a mí es despreciar el único conocimiento que una vida avariciosa fue capaz de concederte sin pedir nada a cambio.
A ti, tan esquivo y tan anhelante, me he acercado usando mis mejores disfraces. En cientos de Lunas he cogido tus manos y a tirones obligado a dar los pasos de mi danza, malgastando mis antifaces de rosa, clavel, azalea y lila para encontrarte un ocaso más malogrando el blanco entre cinco pilares de esterilidad y globularia.
Tú, que no tienes remedio, me persigues y eres incapaz de verme delante de tus narices, me rehuyes y me encuentras en donde no hay otra cosa que tu deseo. Si sólo dejases de correr de un lado a otro con esos ojos enturbiados en gotas amarillas, con el cerebro ardiendo siempre con preguntas a las que difícilmente se les pueden dar las respuestas que quieres. Acuéstate, descansa y duerme, recobra fuerzas, deja que mis manos se hundan en tus caderas y que sean las horas, no tus impertinencias, las que te dejen solo.
Pero claro, puede que pese a todo, siga pidiéndote demasiado. Al fin y al cabo, no eres otra cosa que tú.

1 comentario:

  1. Ah... me gusta más cuando escribes algo comprensible. O quizás es que estoy espesa. Tanto francés va a dejarme tonta jajaja
    Aquí te espero ^^

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