sábado, 9 de octubre de 2010

Coruña

Coruña, siempre Coruña. Casi rodeada por los cuatro costados por las frías aguas del Atlántico que se mecen o se enfurecen en sus playas, abiertas a la espuma blanca de semen que deja el oleaje.
Envuelta en un sopor del que no despierta, son sus venas calientes y vivas, por las que corren las risas de la vida nocturna y los motores del trabajo diario. Dama risueña que coquetea en la geografía gallega, señora de trono gastado y banco vacío, anciana de mandil manchado por la tierra de la huerta y las escamas del mar.
La de las mil gaviotas que lloran en el puerto al olor del pescado recién descargado. La de la historia que perdura en los corazones de aquellos que miran la Torre de Hércules durante los días en los que desde su cumbre se ven otras tierras. La de los que pasean bajo el grueso follaje de los jardines de Méndez Núñez. La de los que se pierden por la Ciudad Vieja de San Judas Tadeo, San Carlos y la Virgen del Pilar, sólo para encontrarse de nuevo con el azul siempre cambiante. La ciudad en la que la fuente de Cuatro Caminos se convierte en el centro mismo del universo. Del Obelisco y su anciano reloj. De María Pita, de Hércules y Gerión de Breogán y sus leyendas.
La vieja y nueva Coruña, caótica y terrible, acogedora y cariñosa. Mi odiada Coruña. Mi amada Coruña.
Siempre Coruña.

3 comentarios:

  1. Mucho la voy a echar de menos desde su enemiga del sur.

    ResponderEliminar
  2. Hola loco!! Pues si, coruña hay que llevarla en dos sitios, en el corazon y en el culo: en el corazon, por todos los momentos entrañables, en el culo por todas las veces que nos la metieron doblada, hablando metaforicamente, claro está.

    ResponderEliminar
  3. Y qué perfecta sería Coruña sin coruñeses...

    ResponderEliminar