domingo, 3 de octubre de 2010

12 de Mayo de 1944, Crimea

La sed infinita del Mar Negro se estrella contra los rompeolas de los muelles. Me dejaría arrastrar por su insinuante voz de sirena, pero el estruendo de una voracidad aún más oscura que sus profundidades me arranca de esos pensamientos y me doy cuenta de que sus aguas son ahora rojas.
Hace días que luchamos calle por calle, sabiendo que nos han derrotado. Nos empujamos, nos gritamos, disparamos, acuchillamos y morimos mientras nuestro enemigo nos acecha, nos cerca, supera, persigue y caza. Hace días que luchamos para no ser devorados.
Por las noches cierro los ojos. Los bramidos de los hombres sin nombre deja de importarme, las garras de los fusiles no me alcanzan y el eco del fuego se convierte en música. Entonces vuelvo a sentir la fría nieve, el olor de la montaña y el ulular de los búhos, allí arriba en los Cárpatos, a donde no podré regresar.

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